Don Barrett, el abogado norteamericano que ganó la primera y
multimillonaria batalla judicial contra las grandes compañías
tabacaleras a finales de los años 90, ha puesto su punto de mira en la
industria alimentaria. Su cruzada contra el tabaquismo se saldó con una
indemnización de 240.000 millones de dólares, repartida entre los cuatro
principales fabricantes de tabaco, por daños y perjuicios a los
fumadores enfermos de cáncer. Una gesta por la que muchos fumadores
abandonaron su adicción o, por lo menos, lo intentaron, y que fue
llevada a la gran pantalla por Michael Mann con la película El dilema.
Con esta última demanda, Barrett calcula que la cuantía
económica con la que deberán responder las empresas demandadas por
“envenenar al consumidor con fines lucrativos” será mucho mayor.
El equipo de abogados coordinado por Barrett ha demandado a una treintena de multinacionales
que, en conjunto, controlan casi la totalidad del mercado alimentario.
Entre ellas se encuentran Nestlé, Unilever, Procter & Gamble, Kraft,
Coca-Cola o PepsiCo. La principal estrategia jurídica del bufete,
especializado en grandes pleitos colectivos, no consiste en demostrar
que ciertos alimentos son perjudiciales para la salud o que su
publicidad es engañosa, sino que su etiquetaje es falso o ilegal.
“Tenemos pruebas irrefutables de que los fabricantes ocultan la
verdadera cantidad de azúcares y grasas presentes en sus alimentos. Nos
engañan respecto a los ingredientes supuestamente naturales y suelen
mentir respecto al número de calorías que contiene un producto”, asegura
Barrett en declaraciones a la BBC. Su conclusión no deja lugar para la
duda: “Si el producto es ilegal, entonces no se puede vender. Las
empresas responsables deberán retirar de la venta los productos mal etiquetados e indemnizar a los consumidores que los compraron durante los últimos cuatro años”, que es el plazo marcado por la legislación norteamericana.
Uno de cada cuatro alimentos “es ilegal”
La mayoría de demandas se concentran en aquellos productos que hacen
gala de contener ingredientes “naturales”, de no llevar transgénicos o
sabores artificiales, de estar elaborados de forma artesanal,
comercializarse como alimento saludable o por utilizar eufemismos como “jugo de caña” para referirse al azúcar.
“En EEUU parece que la palabra azúcar está prohibida, cuando tenemos
una de las mayores tasas de población con diabetes y obesidad”, lamenta
el legalista. Sin embargo, se sigue etiquetando mal porque “los
consumidores son más propensos a comprar un producto que supuestamente
sea saludable, y los fabricantes podrán subir el precio por ello”, añade
Barrett.
La cuantía económica con la que los tribunales podrían sancionar a
los grandes de la industria alimentaria asciende a cifras astronómicas. Alrededor del 25% de los productos están mal etiquetados en EEUU y, a diferencia del tabaco, “todo el mundo come”,
matiza el abogado. Para hacernos una idea, Barrett pone como ejemplo la
marca líder en snacks, Lay’s, de la compañía PepsiCo, uno de los
productos demandados por etiquetaje ilegal. “Sus ventas anuales
proporcionan unos beneficios de 13.000 millones de dólares, por lo que
si lo multiplicamos por cuatro años, los consumidores recibirán unos
52.000 millones. Y así con el resto de las 30 compañías demandadas”,
advierte el famoso abogado.
El exceso de confianza que revisten las afirmaciones de Barrett es
propio de un David que se enfrentó a Goliat, y ganó contra todo
pronóstico. Además, la demanda está cuidada hasta el máximo detalle y
nada está elegido al azar. Así, por ejemplo, la mayor parte de las
demandas se presentaron en California, donde son más favorables las
leyes de protección de los consumidores.
¿Picapleitos o salvapatrias?
Las supuestas presiones tampoco parecen amedrentar a alguien que
hipotecó su casa para litigar contra las tabacaleras y que tuvo que
comprar un arma a su mujer después de que ella y sus tres hijos
recibiesen amenazas de muerte. Pese a estos antecedentes, las multinacionales demandadas insisten en que Barrett sólo se enfrenta a ellas por dinero.
Uno de los CEO de las empresas denunciadas que accedió a realizar
unas declaraciones anónimas al diario The Sunday Times comparó al
abogado norteamericano con un picapleitos que sólo busca aumentar aún
más su fortuna. “Si tiene éxito, va a ganar muchísimo dinero, y empresas
como la mía tendremos que subir los precios a los productos para cubrir los gastos judiciales, algo que repercutirá negativamente en el bolsillo del consumidor”, advierte el ejecutivo.
“¿En quién vas a confiar, en un abogado codicioso o en una empresa
como la mía que fabrica los alimentos como le gustan a la gente?”, se
cuestionaba el CEO en forma de pregunta retórica. Al margen de que sea
una cuestión de confianza o no, la preocupación ya ha alcanzado a
algunas de las empresas demandadas, y muchas han decidido mover ficha.
Este es el caso de Sunsweet, que comercializa frutos secos, zumos y
snacks. Como medida preventiva, han cambiado las etiquetas, eliminando
las referencias a las supuestas propiedades antioxidantes que
contendrían sus productos.
La alimentación como causa de las principales enfermedades
Otras compañías han preferido acogerse a su presunción de inocencia:
“Estamos seguros de que el etiquetado de todos nuestros productos cumple
con los requisitos reglamentarios existentes”, explica PepsiCo en un
comunicado oficial. Hasta la celebración del juicio, que está previsto
para finales de este año, no se sabrá cuál de las dos partes lleva la
razón.
Dos tercios de los estadounidenses tienen sobrepeso, y un 36% de los
adultos y un 17% de los niños padecen obesidad. Una tendencia al alza
que Barrett relaciona directamente con la alimentación. Asimismo, 26
millones de norteamericanos tienen diabetes de tipo 2. La obesidad y la diabetes son la causa de unas 300.000 muertes al año en el país norteamericano,
con un coste para la Seguridad Social de 300 millones. Este constituye
otro de los ases que se guarda bajo la manga el abogado para defender su
querella.
El abogado se acoge a las estadísticas del propio Gobierno para
defender esta relación entre la alimentación y las enfermedades. Ya no
sólo de la obesidad o la diabetes, sino también de otras tres de las
diez enfermedades que más muertes causan: el cáncer, las patologías
coronarias y los accidentes cerebrovasculares. “Si los consumidores
contasen con una información precisa sobre lo que comen, seguro que
cambiarían sus hábitos alimenticios” para evitar contraer dichas
enfermedades, asegura el norteamericano.
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